miércoles, 28 de septiembre de 2011

Osvaldo Cornide, pata civil de la Dictadura Militar y de los últimos 30 años de la política argentina

Cuando se habla de los responsables del Proceso de Reorganización Nacional, generalmente se hace referencia a los altos mando militares y sus subordinados que, amparados en la obediencia debida, perpetraron los peores crímenes contra los derechos humanos que este país ha visto durante el siglo XX. Sin embargo, poco se habla del rol de los civiles, que no sólo han acompañado desde la simpatía este período inconstitucional, sino que han participado activamente en el gobierno ilegítimo, desde el desempeño de funciones públicas para el Estado, o desde el rol coordinador de sectores con poder económico, informativo o cultural sobre la sociedad.


Hace no más de un año, al momento de entablar el litigio contra Héctor Magnetto y Ernestina Herrera de Noble, entre otros, por las presuntas irregularidades en la adquisición de Papel Prensa, los funcionarios del gobierno nacional afectados a la tarea hicieron hincapié en la complicidad maliciosa y la relación manifiesta entre los dueños del ahora Grupo Clarín y el entonces Presidente de Facto, Jorge Rafael Videla, vínculo que habría permitido un tráfico de influencias y permisividad del Estado para obligar a la familia Graiver a desprenderse forzosamente de la parte que les competía en la empresa papelera.

Es de público conocimiento que el escarnio hacia los empresarios responsables del multimedios más grande del país, se generalizó a raíz de los sucesivos detalles que arrojaba la investigación comandada por el Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, situación que terminó por poner nuevamente la lupa sobre el rol de los civiles durante la última dictadura militar.



Es automático relacionar “civiles en dictadura” con José Alfredo Martínez de Hoz, por haber sido este el ministro de Economía que más repercusión tuvo durante el gobierno de facto. Hombre de números, siempre vinculado a los negocios, de tendencia liberal y fluído vínculo con los sectores empresariales, fue sometido a juicio por crímenes de lesa humanidad, luego indultado y, posteriormente, vuelto a juzgar tras la declaración de inconstitucionalidad de los decretos firmados por Carlos Menem en 1989 y 1990.

Ciertamente, Martínez de Hoz no fue el único civil que participó activamente en el gobierno. Jorge Zorreguieta, partícipe activo en las políticas patronales de desestabilización al gobierno de María Estela Martínez de Perón, además de representar a la Sociedad Rural Argentina y presidir la Junta Nacional de Granos, fue también Subsecretario de Agricultura y, más tarde, Secretario de Agricultura y Ganadería,  siempre durante la gestión de Jorge Videla.

Otro dirigente empresarial que ha participado en los eventos desestabilizadores previos al Golpe de Estado de 1976, fue Osvaldo Cornide, actual titular de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa. Cornide fue uno de los coordinadores del lock out patronal efectuado un mes antes del derrocamiento de la viuda de Perón. Tiempo después, felicitaba públicamente -mediante una carta publicada en el matutino La Prensa- la restauración del orden llevada a cabo por el General Videla.

El caso de Cornide, a diferencia de Zorreguieta o Martínez de Hoz, trasciende el período dictatorial, dado que ha mantenido una participación activa en cuestiones de índole político, tales como dar apoyo financiero a los mandos militares responsables de los levantamientos contra el gobierno democrático de Raúl Alfonsín. También trascendió al ámbito público su empatía por la personalidad del ex Subcomisario de la Policía Bonaerense Luis Patti, a quien le envió una placa en agradecimiento por su accionar. 

A fines de 2001, nuevamente apareció en los medios por motivos ajenos a su actividad empresaria, al convocar a protestas contra el gobierno de Fernando De La Rúa. Actualmente, su vínculo con la actualidad política sigue vigente y se lo puede ver sentado en lugares preferenciales en la mayoría de los actos públicos organizados por Presidencia, incluso, cuando se presentó el caso Papel Prensa.



No podriamos finalizar este breve raconto sin mencionar la figura de Julio Humberto Grondona, Presidente de la Asociación del Fútbol Argentino desde 1979. Si bien el cargo que desempeña no pertenece a la órbita del Estado, la preferencia que los argentinos demuestran por el futbol por sobre otros deportes, la importancia social que esta actividad detenta y la dimensión del flujo de dinero que manejan sus instituciones, han hecho de la figura de Julio Grondona una pieza fundamental de esta actividad.

Grondona, al igual que Cornide, aún permanece en un lugar de privilegio en las más altas esferas del poder. Ambos, sin tener la denuncias por crímenes de Lesa Humanidad que sí pesan sobre Jorge Zorreguieta y José Martínez de Hoz, han corrido mejor suerte que Héctor Magnetto y Ernestina Herrera de Noble, al menos en cuanto a honor se refiere.

OSVALDO CORNIDE. Golpista, desestabilizador y amigo de los enemigos del Pueblo y la Patria

“Después de la pobreza y la desocupación, el principal problema de la sociedad es la inseguridad”. Una frase que podríamos escuchar en boca de cualquier persona sensible, o de una víctima del delito o, tal vez, de un político preocupado. Sin embargo, el autor de esta afirmación no es una persona común, difícilmente haya sido víctima del accionar de la delincuencia y su única sensibilidad radica en la sabiduría sobrenatural que posee para pegar el salto en el momento justo antes de que un gobierno amigo pierda popularidad.


Hablamos de Osvaldo Cornide, presidente de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). Sujeto de pocos escrúpulos y nula fidelidad, ha hecho de la tergiversación de los hechos sociales su principal arma para hacer crecer su fortuna. La frase que da inicio a este texto, la pronunció en 2001, cuando convocaba a viva voz a un “bocinazo” en protesta por la creciente inseguridad en la República Argentina.

Lamentablemente para él, su pedigrí de desestabilizador consuetudinario lo condena. No es que uno dude de su solidaridad para con el prójimo en cuestiones de inseguridad, sino que, directamente, no se le cree una sola palabra. La posterior amistad con el Presidente de la devaluación asimétrica y su incondicionalidad al actual modelo kirchnerista, lo comprueba: no fue la inseguridad, que no ha cesado en su crecimiento exponencial, tanto en cantidad de hechos como en violencia, sino que fue la economía. Su economía, sus intereses, su plata.

Basta con bucear un poco por la historia reciente de nuestro país para encontrar a Cornide inmerso en todos los momentos traumáticos que ha vivido la democracia argentina. Ya a fines de 1975, este sujeto demostraba su voracidad y egoísmo criticando públicamente a todo aquel que pregonara por el sostenimiento del sistema democrático, a quienes calificaba de cobardes y delincuentes.

A principios de 1976, cuando al gobierno constitucional le restaba apenas un año para llamar a elecciones, Cornide se convierte, desde la Unión Comercial Argentina, en la principal figura de la coordinación del paro empresarial. A los colegas que no pensaban como él, los invitaba a que se fueran del país. Así, sin mayores problemas, y orgulloso de la violencia institucional y el terrorismo de Estado, un año después hizo pública su felicitación y apoyo al dictador Videla, de quien destacaba el restablecimiento de la “moral” y –vaya casualidad- la seguridad de los ciudadanos.

Por si esto fuera poco, en 1981 no tuvo mayores impedimentos “morales” para suscribir una protesta junto a la Comisión de Afirmación de la Revolución Libertadora ¿El motivo de la protesta? Un premio de reconocimiento a la trayectoria del periodista Jacobo Timerman.

Quizás, uno puede suponer que Cornide es un sujeto poco adepto a los momentos turbulentos del país y prefiere el orden para el ejercicio de la economía. Debe ser por ello que figura entre los principales financistas de los carapintadas en sus levantamientos contra gobiernos elegidos por mayorías abrumadoras del electorado. 

Su fascinación por la “seguridad” y su afición por los uniformados poco adeptos al respeto de los derechos humanos, ha sido en su vida una constante de coherencia que ha llegado al extremo de enviar una placa de agradecimiento a Luis Patti por su labor en la lucha contra el delito.

El acercamiento al kirchnerismo es inexplicable, no por él, que ha demostrado tener una cintura especial para sobrevivir a dictaduras, levantamientos militares y demás conflictos institucionales traumáticos, sino por la prédica y reivindicación de los derechos humanos que realiza, permanentemente, la gestión iniciada por Néstor Kirchner y que se continúa a través de su viuda, Cristina Fernández.

¿Será la facilitación de dinero que consigue para su sector lo que lo atrae al gobierno? ¿Será el distanciamiento de la UIA lo que llevó a los kirchneristas a fijarse en otras opciones? Sólo ellos lo saben. Mientras tanto, Osvaldo Cornide, continúa en su labor diaria, recibiendo cuantiosos millones de pesos del gobierno nacional, del mismo modo que los recibió de Carlos Menem.

Debe ser por ello que está contento con este modelo. Si se vieran afectados alguno de sus intereses, seguramente ya estaría tramando alguna revuelta, lock out patronal o movimiento desestabilizador para sacarse de encima a quienes el pueblo eligió.

Todo no pasa

Mirar hacia el futuro en paz, no significa olvidarnos del pasado. Esta afirmación, repetido como mantra, ha sido uno de los caballitos de batalla de la gestión de Néstor Kirchner, naturalmente continuada por Cristina Fernández. Cientos de figuras relacionadas a los altos mandos militares de la última dictadura militar argentina, han sido sometidos a procesos judiciales tras la derogación de las leyes de obediencia debida y punto final, sumándose a sus otrora jefes, ya sin el amparo de impunidad tras la anulación de los indultos que los beneficiaron hace un par de décadas.



Por fuera del sistema judicial, existe también el escarnio de la sociedad -o de al menos un sector de la misma- y este gobierno ha tomado esa bandera, realizando purgas en las fuerzas de seguridad, las fuerzas armadas y marginando, incluso, a civiles que han participado activamente de los sucesivos gobiernos de facto que se dieron entre 1976 y 1983.

Tal ha sido el caso del Alberto Groppi, quien a pesar de haber sido Intendente de Esteban Echverría durante tres períodos consecutivos, en las elecciones de 2007 sufrió el ninguneo del kirchnerismo, tras haber sido reflotada su participación como Interventor de la Junta Militar en el mismo partido desde 1979 hasta 1983. Ejemplos como este, sobran, aunque muchos no se hagan públicos: funcionarios de carrera diplomática que son apartados de Cancillería, personal de planta permanente de cualquier ministerio que entraron palanqueados por aquellos años, todos son pasibles de sufrir el dedo acusador -público o privado- de haber colaborado activa o pasivamente con un gobierno inconstitucional.

Sin embargo, existen personas que parecieran poseer privilegios de olvido y, de un modo inexplicable, muchas veces se encuentran muy cerca de la Presidenta. El caso paradigmático de Julio Grondona, eterno titular de la Asociación del Fùtbol Argentino, quien accedió a ese cargo en 1979, y desde entonces no sólo ha sobrevivido a cuanto signo político se encontrase ejerciendo el poder en el país, sino que ha hecho buenas migas con todos y cada uno de ellos. Si bien, técnicamente hablando, la AFA no es un ente administrativo de ningún poder de gobierno, la importancia cultural que el fútbol tiene en Argentina -y la enorme cantidad de dinero que moviliza- lo coloca en un lugar de privilegio al momento de las consideraciones gubernamentales.

El fútbol influye en el termómetro de la calle y mucho más si se trata de la Selección Nacional. El país se paraliza y no se habla de otra cosa y, si al conjunto albiceleste le va bien, la alegría que se respira es mayor que de costumbre. Inexplicablemente desde la lógica, don Julio es un sobreviviente de batallas que a cualquier otra persona se la hubiera llevado puesta, arruinando su reputación, honorabilidad e imagen pública, en cambio, con Grondona se cumple siempre el lema que reza su ya famoso anillo: Todo Pasa.


Para ser justos, el mandamás del fútbol argentino -y segundo a nivel mundial desde su vicepresidencia de la FIFA- no es el único caso de civiles que han estado perturbadoramente muy cerca de los uniformados que usurparon el poder durante más de siete años. Por fuera de las obviedades hallables en la Sociedad Rural Argentina -distanciada y hasta enemistada con la gestión Kirchner- existen otros sectores con igualdad de peso a la hora de dibujar el esquema económico argentino y que poseen trato preferencial por parte de la Presidente de la Nación, como la Unión Industrial Argentina -UIA- o la Confederación Argentina de la Mediana Empresa -CAME- cuyos dirigentes han llegado a apoyar públicamente los indultos a los altos mandos militares en 1989 y 1990.

Osvaldo Cornide, titular de CAME, posee una currícula personal que no tiene nada para envidiar a la de Grondona: en febrero de 1976 comandó el lock out patronal con el que se vació de insumos al país y se dio un empujón más a la desestabilización que ya arrastraba el gobierno de María Estela Martínez, faltando poco menos de un mes para el Golpe Militar del 24 de marzo. Un año después, manifestó su beneplácito por la restauración del orden impuesta por el General Videla.

Tiempo después, ya en democracia, dio apoyo financiero a los grupos carapintadas que se sublevaron contra el gobierno de Raúl Alfonsín. Reconocido públicamente como amigo personal del ex presidente Carlos Menem, Cornide llamó a la protesta pacífica contra Fernando De La Rúa en los meses finales de 2001. Desde hace unos años ha trabado una relación estrecha con la gestión de los Kirchner y es recibido en la Casa Rosada como cualquier otro sujeto, sólo que con Cornide, nadie se pregunta qué hizo o dejó de hacer durante los momentos más críticos de nuestra historia política reciente.

Cornide ha interpretado el leitmotiv grondoniano como nadie. Él también integra el grupo del Todo Pasa. Pero para nosotros, no es así. Vamos por ellos.