miércoles, 28 de septiembre de 2011

Todo no pasa

Mirar hacia el futuro en paz, no significa olvidarnos del pasado. Esta afirmación, repetido como mantra, ha sido uno de los caballitos de batalla de la gestión de Néstor Kirchner, naturalmente continuada por Cristina Fernández. Cientos de figuras relacionadas a los altos mandos militares de la última dictadura militar argentina, han sido sometidos a procesos judiciales tras la derogación de las leyes de obediencia debida y punto final, sumándose a sus otrora jefes, ya sin el amparo de impunidad tras la anulación de los indultos que los beneficiaron hace un par de décadas.



Por fuera del sistema judicial, existe también el escarnio de la sociedad -o de al menos un sector de la misma- y este gobierno ha tomado esa bandera, realizando purgas en las fuerzas de seguridad, las fuerzas armadas y marginando, incluso, a civiles que han participado activamente de los sucesivos gobiernos de facto que se dieron entre 1976 y 1983.

Tal ha sido el caso del Alberto Groppi, quien a pesar de haber sido Intendente de Esteban Echverría durante tres períodos consecutivos, en las elecciones de 2007 sufrió el ninguneo del kirchnerismo, tras haber sido reflotada su participación como Interventor de la Junta Militar en el mismo partido desde 1979 hasta 1983. Ejemplos como este, sobran, aunque muchos no se hagan públicos: funcionarios de carrera diplomática que son apartados de Cancillería, personal de planta permanente de cualquier ministerio que entraron palanqueados por aquellos años, todos son pasibles de sufrir el dedo acusador -público o privado- de haber colaborado activa o pasivamente con un gobierno inconstitucional.

Sin embargo, existen personas que parecieran poseer privilegios de olvido y, de un modo inexplicable, muchas veces se encuentran muy cerca de la Presidenta. El caso paradigmático de Julio Grondona, eterno titular de la Asociación del Fùtbol Argentino, quien accedió a ese cargo en 1979, y desde entonces no sólo ha sobrevivido a cuanto signo político se encontrase ejerciendo el poder en el país, sino que ha hecho buenas migas con todos y cada uno de ellos. Si bien, técnicamente hablando, la AFA no es un ente administrativo de ningún poder de gobierno, la importancia cultural que el fútbol tiene en Argentina -y la enorme cantidad de dinero que moviliza- lo coloca en un lugar de privilegio al momento de las consideraciones gubernamentales.

El fútbol influye en el termómetro de la calle y mucho más si se trata de la Selección Nacional. El país se paraliza y no se habla de otra cosa y, si al conjunto albiceleste le va bien, la alegría que se respira es mayor que de costumbre. Inexplicablemente desde la lógica, don Julio es un sobreviviente de batallas que a cualquier otra persona se la hubiera llevado puesta, arruinando su reputación, honorabilidad e imagen pública, en cambio, con Grondona se cumple siempre el lema que reza su ya famoso anillo: Todo Pasa.


Para ser justos, el mandamás del fútbol argentino -y segundo a nivel mundial desde su vicepresidencia de la FIFA- no es el único caso de civiles que han estado perturbadoramente muy cerca de los uniformados que usurparon el poder durante más de siete años. Por fuera de las obviedades hallables en la Sociedad Rural Argentina -distanciada y hasta enemistada con la gestión Kirchner- existen otros sectores con igualdad de peso a la hora de dibujar el esquema económico argentino y que poseen trato preferencial por parte de la Presidente de la Nación, como la Unión Industrial Argentina -UIA- o la Confederación Argentina de la Mediana Empresa -CAME- cuyos dirigentes han llegado a apoyar públicamente los indultos a los altos mandos militares en 1989 y 1990.

Osvaldo Cornide, titular de CAME, posee una currícula personal que no tiene nada para envidiar a la de Grondona: en febrero de 1976 comandó el lock out patronal con el que se vació de insumos al país y se dio un empujón más a la desestabilización que ya arrastraba el gobierno de María Estela Martínez, faltando poco menos de un mes para el Golpe Militar del 24 de marzo. Un año después, manifestó su beneplácito por la restauración del orden impuesta por el General Videla.

Tiempo después, ya en democracia, dio apoyo financiero a los grupos carapintadas que se sublevaron contra el gobierno de Raúl Alfonsín. Reconocido públicamente como amigo personal del ex presidente Carlos Menem, Cornide llamó a la protesta pacífica contra Fernando De La Rúa en los meses finales de 2001. Desde hace unos años ha trabado una relación estrecha con la gestión de los Kirchner y es recibido en la Casa Rosada como cualquier otro sujeto, sólo que con Cornide, nadie se pregunta qué hizo o dejó de hacer durante los momentos más críticos de nuestra historia política reciente.

Cornide ha interpretado el leitmotiv grondoniano como nadie. Él también integra el grupo del Todo Pasa. Pero para nosotros, no es así. Vamos por ellos.

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